Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 31 de diciembre de 2010

los 00's

Un año se va y otro llega. En fin, no tiene mayor importancia, todos los años ocurre.
Sin embargo, no todos las nocheviejas ponen fin a una década.
Hace diez años que empezamos este nuevo siglo, y tendrán que pasar otros tantos para que seamos conscientes del momento que vivimos. Ya queda lejos aquello del efecto 2000 y el pánico informático. Aparte de esto, es posible que el miedo aun se vislumbre en nuestros ojos. Ustedes dirán, miedo yo? miedo de que? Lo cierto es que lo tenemos. Principalmente a la muerte, también a lo desconocido, a lo lejano, a lo distinto. Tenemos miedo a caer, miedo a que nos dejen, miedo a fracasar, miedo al ridículo. Tenemos miedo de los demás y de nosotros mismos. Y el que diga que no, tiene más miedo que ninguno. Sin embargo no venía a hablar del miedo. Ha sido un tema transversal que se me ha colado al tratar del nuevo milenio y los nuevos tiempos.

Yo quería hablar de las décadas.

Es ya clásica nuestra mitificación de los 90, entre otras cosas porque fue una época mítica, y sobre todo porque lo que vimos fue la hostia. Mi querido Kurt se pegó un tiro en la cabeza. Creo que fue un tonto pero lo cierto es que de no haberlo hecho no lo querría tanto. De hecho, de no haberse quitado de en medio ahora estaría haciendo el ridículo, con su look harapiento, intentando reinventarse a sí mismo y resucitar lo que como él, está muerto. El último disco de Nirvana estaría en boca de todos los críticos, que son todo el mundo, que diríamos, ¿has oído lo último de Nirvana? se han vendido, nada que ver con los primeros discos. La verdad es que después de grabar el mejor acústico de todos los tiempos uno puede hacer lo que le salga de los huevos. Incluso hacer que todas las quinceañeras del mundo lloren al unísono.
Hubo muchas cosas buenas. El garito, el rap, las series americanas, el chat, pero nada como los chandals de los noventa. No se ha visto nada igual en la moda desde Ives Saint Laurent. Ives se despidió por entonces diciendo que lo único que lamentaba era no haber inventado el vaquero pero lo que realmente le hubiera gustado era diseñar uno de esos chandals de plástico, de colores eléctricos, y haberle puesto un par de buenos parches en las rodillas después de un aterrizaje. Después de una quemadura de cigarro era inútil intentar recuperarlo. El chandal se volatilizaba en el acto quedando su propietario envuelto por el forro, una especie de pijama blanco de esos que usan los abuelos, y con el pitillo en la mano.
Pero miento si digo que el chandal fue la mayor revolución estilística. El chandal no es más que el heredero de una época. Los ochenta. No se lo que pasaría en el resto del mundo por entonces. Cayó el muro de Berlín y todo ese rollo. Pero nada comparable con la movida madrileña. Aun me pregunto de donde carajo salió tanto personaje tan aunténtico al mismo tiempo. No hay músico en España que no se lo deba todo a los ochenta. Gabinete, Radio Futura, Los Rodriguez, Loquillo, Mecano, Los Burning, Los Secretos, Nacha Pop, Tequila, Los héroes, Golpes Bajos, Presuntos, Cómplices... podría seguir años enteros porque la lista es interminable, todo nació o se coció en los ochenta, al menos musicalmente hablando aquí en la piel de toro.
En los 70 nació la música disco, en los 60 no sé que coño tenía el ácido que cualquiera que se tomara uno tocaba como Dios, los cincuenta y el rock & roll, la segunda gran guerra y el dolor del blues, los felices años veinte y el jazz de chicago.
Pero ¿cómo se llama la primera década de un siglo?. Los primeros diez años. Es imposible, inefable. No tiene nombre. Y lo que no tiene nombre no se puede conocer. ¿Cómo le presentas a alguien a un tipo que no tiene nombre? Oye, tú, te presento a este tipo. Tú, este tipo, este tipo tú. No se puede. Por eso la única manera de saber de que va es haberlo vivido.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

2 breves entrañables



QUIEN HA DICHO QUE LO BELLO (no es posible)

“Tu corazón ya terciopelo ajado…”
Miguel,
y el mío
ya otra cosa
no quiere ser.




AMANECER EN EL MUNDO

A Clara

Ver cómo te levantas
a mi lado cada mañana
es como ver levantarse
al mundo.
La cara hecha un cromo
y todo alborotado
pero conservando
el milagro
de la creación.


-Rubén C.M-

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Su número favorito




-Tejada. F-

Microrelato enviado a un "Concurso de relatos sobre baloncesto" y que fue injustamente no premiado. Como seguro que se lo llevó algún chupapollas amigo de un amigo, aquí en el Caca no vamos a ser menos, y aquí dejo constancia de una señora felación como mandan los cánones cacagénicos.

Mi esposa me ha dejado. El armario desolado y una fría nota encima de la mesa lo confirman. Estaba cantado. De camino al trabajo no dejo de darle vueltas, se agolpan recuerdos, la madrugada en aquel camping con la final Olímpica de Los Ángeles, o el apoyo que me daba en momentos en los que el talento no llegaba para cumplir mi sueño de jugar al basket. La jornada laboral se hace extraña cuando la mente vuela a otros sitios, navegando en nostalgia. Veo a mis compañeros contrariados, creo que notan que estoy distraído, es más, cada pocos minutos se acercan y me hablan nerviosos, gritan, todos gritan, no les hago caso. No quiero nuevas preocupaciones, pienso que puedo recuperarla, la volveré a llevar al Madison…

Definitivamente no es mi día, me lanzan cosas, me escoltan. Al menos al 7 le he señalado cuatro faltas seguidas, era su número favorito.

ENTRE TONTOS




-Toni Tower Baobab-

Veo las noticias de hoy y me sorprendo, Marta Dominguez, nuestra Marta, la tipa que acarició la gloria en los Juegos Olímpicos, para despues lograrla en un Mundial, está acusada no sólo de dopaje sino también de suministrar este tipo de sustancias a otros deportistas. Siento un terrible malestar, ella siempre ha sido un ejemplo para mí, para muchos jóvenes, no ya como deportista, sino también como persona por su simpatía y afán de superación.

Sigo, me pasó pues al Marca, ese pequeño pedazo de mierda al cual llaman periódico. Leo un artículo de un tal Miguel Serrano, titula el artículo 'Vicent del Bosc', ¿de qué Masía viniste?, vomitivo, de principio a fin. en lugar de ensalzar las cualidades de Vicente, que son muchas, se dedica a dar cera a Guardiola. Hay gente que cada día necesita más un poquito de Guerra Civil y nadita de tolerancia.

Guardiola siempre me ha parecido un chupapollas, el típico marica capaz de sentarse en primera fila en clase para después negarte los apuntes, con su perfecta letra de recaudador de impuestos, pero como entrenador no es malo. Además ahora lanza consignas políticas en las ruedas de prensa. Porque como todos los hijoputas el no es Ateo, sino Autoteo, o lo que es lo mismo, se cree Dios. Pero como entrenador no es malo.

De las últimas cuatro personas que he tenido conciencia hoy, relaciono:
-Una es una deportista que presuntamente trafica.
-Otro es un periodista tendencioso y chabacano.
-Otro es Vicente del Bosque.
-Guardiola el entrenador-modelo-político.

Pues eso, que recomiendan la lectura, pero yo me voy más cabreado que hace un rato a la cama, porque en España, mucha gente no hace bien su trabajo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Los últimos días de otoño apenas quedan hojas en las copas de los árboles y estas lluvias han limpiado un poco la atmósfera siempre sucia de las ciudades. Los campos están radiantes y plenos de valor y determinación para afrontar el invierno. Yo también.

Es tiempo de buenos propósitos, de hacer proyectos; de anidar pájaros en la cabeza y edificar castillos en el aire, que como alguien dijo alguna vez, es donde han de estar los castillos, suspendidos en el aire como levitando, para poder poner los cimientos debajo.

Esto me recuerda que de niño yo quería ser arquitecto. Bueno, en realidad creo que era mi madre la que quería que lo fuera, pero a mi me parecía buena idea, porque había hecho algunos dibujos de estampas de futbolistas y de Goku y los demás personajes de bola de dragón, y prometían.

Luego mis profesores de ciencias en el instituto acabaron con todo el posible interés que yo pudiera tener por la física y la química, la tecnología y las matemáticas, dando así al traste con la labor que D. Antonio había llevado a cabo en el colegio, sacándole el máximo partido a nuestro cerebro a base de infinitos ejercicios y problemas numéricos.

Mi afición por la pintura no se desvaneció; algunos grafitis adolescentes aun dan buena cuenta de ello. En cambio sí desapareció la facilidad con la que la practicaba de niño, y aun la estoy buscando.
Encaucé aquel interés aplicándome en Historia del Arte, pero gran parte de mi atención ya estaba dirigida hacia otra disciplina artística.

Por entonces ya habían caído en mis manos algunos ejemplares que cambiarían por completo el curso de los acontecimientos, y de cuyo impacto, años después, aun no me he recuperado.
Fue el caso de Dorian Gray, que me presentó misteriosamente una amiga una tarde en forma de edición antigua.
Aun no estoy en condiciones de describir la impresión que causó en mí ese libro; como tampoco puedo cuantificar el alcance de Rojo y Negro o el Paraíso Perdido sobre mi conciencia.

Como digo, aquellos libros aun siguen actuando sobre mí, y si algún día llega a agotarse esa poderosa influencia, sólo comparable a la causada por las primeras escuchas de los discos de los Héroes del Silencio y los pioneros del hip-hop que sonaban en el rimadero, si cesara algún día esa atracción, entonces podría entrar a valorar sus consecuencias, pero por ahora, como digo, sigo bajo sus efectos.

Estos han sido los maestros que me han instruido en mi particular carrera de arquitecto, constructor de castillos que no trabaja la piedra sino los sueños.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño

Las hojas de los árboles habían empezado a caer.
El otoño había llegado a la ciudad sin hacer ruido.
Las terrazas de los bares estaban vacías y en la calle no había nadie.

La casa estaba en silencio.
La noche había caído y con ella una fina lluvia y el frío que bajaba de la montaña.
Era tiempo de estar en familia alrededor de un fuego y contar historias de miedo.
Pero la familia estaba lejos; lo más parecido a un fuego que tenía era aquel brasero
y la televisión contaba las historias de miedo.
De pronto se escuchó un ruido en el pasillo. La puerta de la calle se cerró.
Unos pasos se arrastraron hasta el salón y se encendió la luz.

- ¿qué haces?
- Viendo la tele
- ¿qué ves?
- Informe Semanal
- ¿no hay otro programa más viejo?
- De hecho, no.

Se echó en el sofá, recostada hacia atrás, y cerró los ojos.
Entonces él dejó de mirar la tele para mirarla a ella.
Tenía los ojos preciosos incluso cerrados. Sus pestañas eran grandes y negras igual que sus cejas.
Tenia el rostro más hermosos que jamás había mirado y contemplándola concibió un no menos hermoso pensamiento: era un afortunado.
Era la muchacha más linda del mundo y ahora mismo podría estar en cualquier otra parte del planeta, pero ella estaba ahí, echada en el sofá con los ojos cerrados mientras él la miraba.

Agarró el mando a distancia y le bajó un poco de voz a la tele.
Trataba de imaginar lo que ella estaría pensando.
Ha sido un día duro para ella, pensó, todo el día en clase.
En cambio yo no he hecho nada en todo el día. Ni si quiera la cama.
Pensó que tal vez eso era lo que ella pensaba. Que había estado todo el día fuera de casa y al llegar se la había encontrado hecha un asco.
Mañana limpiaré toda la casa, se dijo.
Y siguió mirándola, completamente absorto.

En sus rasgos, en sus pequeñas orejitas, en sus sonrosados pómulos, en la comisura de sus labios, en su pelo...
y en ese instante fue consciente de que era el hombre más feliz del universo
y tendría que estar por ello agradecido.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La luz de la mesita


Cuando daban las once, se metía en su cuarto y cerraba la puerta tras de sí.
Echaba hacia atrás la colcha y apoyaba la almohada en el cabecero.
Se sentaba en la cama y se descalzaba y después se recostaba sobre la almohada.
Apagaba la luz de arriba y encendía la luz de la mesita.

Ese instante de oscuridad que no duraba más de un segundo, a lo sumo dos si no encontraba a la primera el interruptor, se le hacía a menudo el momento más insoportáblemente largo del día. No tenía miedo a la oscuridad.
Cuando el cansancio en los ojos no le permitía seguir leyendo y dejaba el libro sobre la mesita, apagaba la pequeña lámpara que había sobre ella y se sumergía en la cama en la que reflexionaba un rato hasta que el sueño le vencía.

Al abrir los ojos por la mañana, lo primero que éstos veían era el lomo del libro que estaba leyendo sobre la mesita.
Salía de la cama, se dirigía al aseo, meaba, se echaba agua en la cara. Iba a la cocina. Se empinaba el cartón de leche. Volvía al cuarto, se vestía, y cuando se acercaba a la mesita a coger unos calcetines limpios veía de nuevo el libro.
Se iba al trabajo pensando que preferiría quedarse en la cama descubriendo como continuaba aquella historia.

La historia transcurría en la Edad Media, y desde que había empezado a leerla no dejaba de imaginar cómo serían las cosas allá donde él vivía en aquella época.
Imaginaba el mercado de la ciudad y pensaba que salvo las indumentarias de la gente y algunos productos de los que allí se ofrecían, las cosas no debían ser muy distintas.
Suponía que las monedas de entonces serían más grandes y más pesadas y entendía que debían estar en manos de unos pocos.
Eso es igual que ahora, pero creía que ahora los pobres debían de ser menos pobres aunque puede que los ricos fueran más ricos.
En general, pensó, con el tiempo todos hemos salido ganando.

De vuelta a casa pasó por delante de una iglesia que debió haber sido construida por entonces y divagó sobre la idea de que en sus líneas se podían entrever los sencillos rasgos del carácter de una época.

La Iglesia no ha cambiado mucho, pensó en principio, pero lo cierto es que pensándolo bien llegó a la conclusión de que había cambiado bastante, y para bien, según él.
Antes tenía mucho más poder e influencia, parece ser, si tenía que creer lo que decía aquel libro y lo poco que sabía de historia.
Antes era menos indulgente y más pretenciosa. Más ambiciosa si cabe. Ahora es más humilde e incluso se disculpa.
Antes el poder religioso como el monárquico estaban mezclados con los tres poderes que delimitó Montesquieu, incluso unidos, y a día de hoy había ciertos límites y cierto control, aunque no por ello se producían menos agravios, pero también es cierto que la población mundial se ha multiplicado y con ella los negocios, y con ellos los conflictos, las oportunidades y las injusticias.

Efectivamente, el mundo era más justo y más injusto, más grande y más pequeño, con lo cual era todo igual y todo distinto. Todo pasa porque hay un tiempo para cada cosa.
Y el tiempo que más le gustaba era aquel que empezaba cuando en la oscuridad repentina de su cuarto, encontraba el interruptor de la lámpara descendiendo con sus dedos por el cable que colgaba de la mesita hasta pulsar el botón.

Entonces abría las páginas de su libro y viajaba en la historia.
Hace tiempo que inventamos la máquina del tiempo, pensó. El año pasado estuve en el futuro de la mano de Aldous como Dante recorrió los infiernos guiado por Virgilio, y hoy viajo cientos de años atrás y descubro cómo vivieron los abuelos, de los abuelos de los abuelos de mis abuelos.

En cierto modo a día de hoy aun vivimos como en la Edad Media. Tenemos bombillas, enchufes y toda esa mierda. Tenemos ordenadores teléfonos móviles y automóviles, pero al igual que en la Edad Media, seguimos sin tener ni puta idea.

Mis abuelos fueron campesinos, pastores, amas de casa, como mis padres, como en la edad media. No había oficios más antiguos en el mundo. Bueno, sí, uno, y de esas también hay muchas hoy día. En contra de lo que la mayoría de la gente cree, pensaba que posiblemente en la edad media se viviera mejor que ahora. En realidad se hacían las mismas cosas, pero sin tanta prisa. Vale que no tenían calefacción ni nada de eso pero asaban la carne en la lumbre.

Cuando estaba llegando al final del libro y estaba ya harto de comparar la vida actual y la medieval, se dijo a sí mismo que de vivir en la Edad Media lo más seguro es que su momento preferido sería al acabar el día, a la luz de la mesita.

jueves, 16 de diciembre de 2010

CONSUELO DE OFICIO


Para Tejada F.

Mejor no intentarlo.
Escribir sobre el amor.
Aparentar decir algo serio
sobre lo inasible. Todo o nada
de lo que diga
está lejos
de parecerse a lo que tu ya sabes.

Coger a Antonio Vega
y clavarlo en el tocadiscos
es lo más que puedo hacer,
por ahora,
esta noche.

En estos temas ya se sabe.
Mejor dejarlo en manos
de un profesional.


Rubén C.M

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Llegó el otoño y cayeron las hojas de los árboles.
Las calles estaban llenas de ellas; amarillas y húmedas se amontonaban en las plazas y en los parques, y al doblar esquinas de la ciudad se percibía olor a castañas asadas.

Fernando pasea por Granada como perdido.
Vagabundea sin rumbo. No sabe lo que busca.
Bueno, sí lo sabe, pero no quiere reconocerlo,
y además, sabe que no va a encontrarlo.
Sabe que no va a volver.

Hace unos años, Fernando paseaba con ella de la mano por esta ciudad.
Y no puede evitar recordarla sonriente con su bufanda roja y la nariz colorada en estas fechas.
Recuerda la tarde que salieron de compras y como le desesperaba verla cogiendo modelitos, llevándoselos hacia el probador.
Al rato salía con uno puesto y preguntaba dando media vuelta;
- ¿cómo me queda?
- te queda estupendo
- para ti todo queda estupendo.

Y era cierto. Se pusiera lo que se pusiera le quedaba estupendo. Lo que pasa es que Fernando lo decía con cara de tengo ganas de irme a casa, y eso restaba credibilidad.
Lo que daría ahora por estar esperando en alguna de estas tiendas a que saliera con algún nuevo modelito puesto. Pero probablemente otro le quita el vestido ahora.

Al principio de la calle mesones, o al final, según se vaya, hay un patio con un enorme toro en la puerta. Al pasar por allí se le viene a la cabeza aquel día tomando cerveza y como pasó la mano por la sedosa superficie de su rostro, para retirar de su mejilla la manchita de tomate que se le había quedado tras pegar el último bocado.

Aquellos brillantes ojos no dejaban de mirarle, y sin embargo no podía verlos.
Podía ver sus labios morados después de unas copas de vino, pero no podía besarlos.
Si lo pensaba mucho, aun podía oler su pelo ondulado.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño


Las horas pasaban lentas. El aire estaba viciado y era casi irrespirable. Las ventanas estaban cerradas y las cortinas echadas. Había restos de comida sobre la mesa. Botellas vacías. Y un cenicero repleto de colillas. Pensó que tenía que salir de allí. No podía seguir en aquella habitación, en aquella casa, en aquella atmósfera.

Bajó las escaleras y antes de abrir la puerta dudó un instante. No lo pensó demasiado y se echó a la calle. Se encontraba perdido. No sabía a donde dirigirse; así que empezó por andar sin un rumbo fijo. Caminó por la ciudad. Deambuló por sus aceras, errante, cruzando avenidas y plazoletas.

Cansado de caminar sin destino aparente, decidió seguir las señales. Se paró en medio de una calle, cerró los ojos y lo primero que vio al abrirlos fue una señal de tráfico redonda con fondo azul y una gran flecha blanca que apuntaba hacia delante.
Siguió recto.

Al llegar al cruce siguiente no sabía si seguir o detenerse; si cambiar de dirección o seguir adelante. Estaba parado frente a un paso de cebra y justo cuando se disponía a cruzarlo, un autobús le pasó por delante de sus narices. Tan abstraído en cual debía ser el siguiente paso, el siguiente paso casi le lleva de cabeza al hospital. Miró al autobús mientras imaginaba los improperios que le soltaría al conductor si lo tuviera delante.

Entonces vio la nueva señal. La parte trasera del urbano estaba decorada con una imagen de la Alhambra para animar a los turistas a visitarla. Subiría a la Alhambra, pero lo haría a pie.
No contribuiría con su dinero al sostenimiento de un servicio público que había estado a punto de costarle la vida.

Mientras subía la cuesta que lleva al castillo rojo, pensó que tendría que dejar de fumar, pero al ver al poco un rellano y un banco en mitad del camino, se paró a hacer un descanso y se encendió un cigarro. Cuando retomó el ascenso volvió a pensar que tenía que dejar de fumar.

Por fin llegó a las puertas del palacio y entró por ellas a un mundo nuevo y exótico que le hizo olvidar por un momento su angustia.
Paseó por sus jardines respirando profundamente casi con ansia aquel perfumado ambiente.
Se detenía ante cada columna, ante cada puerta y las contemplaba absorto dejando que su imaginación se perdiera por los recobecos de los arabescos.

Se acordaba de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, y creía ver princesas encerradas en cada torre y fantaseaba con la vida de palacio allá por mil cuatrocientos.

De haber tenido un caballo y haberlo sabido montar tal vez una de esas princesas habría escapado cabalgando con él, abrazándole por detrás, con las manos sobre su pecho y la cabeza apoyada en su espalda, mientras descendían la ladera que lleva hasta el río y burlaban la guardia real.

Desde lo alto de una de las torres trazaba el recorrido que habrían seguido hasta el barrio del albaizín, en el que se perderían para siempre por sus intrincadas callejuelas.

Indígenas


Los indígenas, los originarios del lugar, los que estaban primero, los que aún continúan viviendo de acuerdo a sus tradiciones y costumbres, los que en un mundo globalizado, y cada vez más homogéneo intentan seguir actuando acorde con su cultura ancestral.

En el año 2007 Naciones Unidas aprobaba la Declaración sobre sus derechos queriendo dar protección a casi 350 millones de ellos repartidos en varios países del mundo. Cuarenta y seis artículos en los que se establecen derechos muy dignos, alegando yo aquí a la más humana concepción del vocablo. Derecho a la autodeterminación, a la no asimilación forzada de culturas ajenas, a la tierra y los recursos que históricamente les pertenecieron, a la indemnización justa de los daños, a la protección, a la salud... a falta de espacio para resumirlos todos concentraré lo que yo considero la esencia de la declaración: derecho a vivir tranquilo, en paz, donde siempre, como siempre; derecho a la justicia, a la igualdad, al bienestar y mi favorito, a la pertenencia a una sociedad democrática.

¡Qué belleza la del lenguaje que todo lo puede!

¿Cómo lograr la autodeterminación, autogobierno o autonomía de un pueblo nómada, por ejemplo el de los pigmeos, que lleva miles de años viviendo libremente por la selva centroafricana? Ellos no tienen conciencia del valor capital de las cosas, ni del modo sedentario en el que el mundo concibe algo tan sencillo como el hecho de ahorrar, de plantar tomates o de construirse una casa para toda la vida. Allí no existe la igualdad, ni la justicia, ni la tolerancia. En la región de Kivu, en el Congo, donde los bantúes son mayoría, más instruidos en la vida moderna que los pigmeos, pero sobre todo, mucho más grandes y fuertes físicamente, la mujer bantú no se casa con un pigmeo porque en Kivu el pigmeo representa la más baja escala social y para él la justicia es distinta, ya que aquel que le juzgará lleva la sangre de los que ganan en número.

No me malinterpreten, alabo la Declaración, tan correcta, de los derechos que los indígenas debieran de tener. Sin embargo, tacho de hipócrita la equitativa justicia con la que se debieran arreglar las controversias que concerniesen a los indígenas, porque las minorías en la palabra “democracia” pierden la batalla por pura semiótica. El poder y las leyes fruto de la visión de la mayoría regulan el orden mundial. Es difícil creer que un mundo como el nuestro, en el que ganan a diario los poderosos pisando, en ocasiones, cuantas Declaraciones encuentran a su paso y les estorben; que sea este mismo sistema, este mismo mundo de naciones que se unen, las que protejan los derechos de los indígenas por encima incluso de los recursos y los territorios, los mismos recursos y territorios que incitan y justifican las guerras.

- Inmaculada Ruiz Ruiz -

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cuentos de otoño

La primera vez que la vi
ella paseaba distraída su mirada por la habitación,
privándome del majestuoso espectáculo de sus ojos.
Cuando me miró no pude parpadear,
me había quedado atrapado para siempre
en aquellos profundos abismos,
deslumbrado eternamente por el brillo de ese horizonte.
Era una tarde de otoño y el sol caía como las hojas,
y ella cantaba una canción en nuestro estudio unos años después.
Echar la vista atrás era como intentar recopilar en un sólo disco todos los éxitos de los Beatles.
Es imposible a no ser que grabes un mp3.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Yo Soy Español


Como se decía en Amanece que no es poco “las cosas de misa me se olvidan, pero la Historia de España… la Historia de España la tengo muy presente”. Bueno pues yo también la tengo presente, y por eso mismo cuando me sumerjo en sus protagonistas, en sus grandes momentos y en las decisiones cruciales me entran sudores fríos. En mi Diccionario actualizado busqué la definición de Ansiedad y esto es lo que pone: estado de alteración provocado por el análisis detallado de la Historia de España. Sorprendido por el curioso descubrimiento intenté seguir con la investigación. Me tope en la D del trasnochado diccionario en papel –enemigo declarado de Wikipedia-, con la fantástica “Desastre”, era inevitable ya que casi 50 páginas estaban dedicadas a esta gran palabra, básica en el desarrollo de nuestra larga historia. En un subapartado de estas acojonantes 8 letras rezaba: “Morfología del Desastre: de los Reyes Católicos a Pizarro, pasando por Fernando VII y otras calamidades”. Debo reconocer que este Diccionario me tenía ganado, así que llamé a la editorial y les pregunté si tenían más obras. La respuesta afirmativa me llenó de placer, y en pocos días hacía cola en Correos con mi papel de recogida de certificado en la boca. Al llegar a casa destrocé el paquete y ahí estaban los grandes hits de un país viejo y rico: “Como salir perdiendo en cada Tratado y encima creernos los mas listos”, “Como malvender Florida en dos pasos”, “Como echar al invasor gabacho con cuatro piedras… a mí no me enseña a leer ni Dios, bueno solo si Él me lo pide…”, “Golpe de Estado: del caballo y el sable al bigote y el tricornio”. Hice un parón mientras seguía ojeando este fantástico envío, mi amada patria y sus cosillas. De repente ante mí mas ejemplares: “De un Imperio en el que no se ponía el Sol a tomar el peñasco Perejil con viento duro de levante”. Mi excitación era ya absoluta, literatura de primer nivel, la estantería del retrete es el lugar adecuado. Entre libro y libro un folleto de suscripción a una revista “Suspiros de España: de Quevedo y Góngora a Ramoncín y Juan Manuel de Prada” rápidamente ponía mis datos para hacerme socio de este selecto club. La alegría se convirtió en euforia mal contenida cuando de regalo daban souvenirs, con la primera entrega: un crucifijo, una postal del Escorial, una boina de Requeté y un cursillo gratis para chiflar como un buen Maqui.

- F. J. Tejada -

Justo antes de la posguerra

Cuando el enfermo se levantó de la cama
y pudo andar
yo ya era un niño
y mi país un anciano.

Puede que mi país fuera el niño
y yo el enfermo.
Puede que yo fuera el anciano
y todo esto nada más que demencia senil.

Como digo, cuando desperté del sueño y la ilusión
era ya tarde;
todo estaba muerto,
como el anciano, como el niño, como el enfermo.

Cuando todo se hubo arreglado
nadie se creía el cuento de la guerra.
Aquello de que había que conformarse con las migajas
y que todos los días comían lo mismo que era nada.

Cuando el tiempo pasó,
aquellas historias quedaban tan lejos
que todos estábamos ya
dispuestos a repetirlas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

INéDITO TOWER




-Toni Tower Baobab-

A estas horas
sólo puedo tener miedo;
a quedarme solo
a perder mi empleo
a que no me quiera
a que se muera mi madre
a estar gordo

A estas horas
sólo puedo tener miedo;
Nos han ganado
La victoria es vuestra
Entregamos las armas
Deponemos nuestros sueños
Aceptamos ser vasallos
Ya teníais casi todo el dinero

A estas horas
Tenéis;
Nuestro dinero
Nuestro futuro
Nuestras ilusiones
Nuestra fuerza
Nuestra voluntad
Pero lo que más me duele:
Es que hayáis conseguido que piense
que lo único y más importante en la vida es el dinero.

A estas horas se estudia un impuesto sobre las lágrimas
y un canon sobre la tristeza.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Usa y sus cosas: Letal



-Tejada F.-

Como de costumbre el reo es atado a la camilla, una fría y meticulosa rutina silenciosa y escalofriante acompaña la labor de los auxiliares, un trabajo como otro cualquiera dicen algunos. Los familiares de la víctima se instalan en una pequeña grada en la habitación contigua, desde donde ven el espectáculo a través de un cristal.

Habitualmente en pocos minutos el proceso está finalizado, los condenados pierden el conocimiento en un instante y son oficialmente declarados muertos a los pocos minutos.

La santísima trinidad química se encarga.

La primera sustancia es el Tiopental Sódico, un anestésico, en pocos segundos un sueño profundo. La segunda Bromuro Pancuronio, bloqueador neuromuscular, los pulmones y el diafragma paralizados, no hay respiración, finalmente, la tercera en acción, Cloruro de Potasio, detiene el corazón en el acto.

En 2006, el puertorriqueño Ángel Nieves fue ejecutado mediante inyección letal por matar a tiros al encargado de un club nocturno en Florida, agonizó durante 35 minutos, al parecer su cuerpo no metabolizó la dosis del cóctel, testigos del suceso cuentan que su pechó se hinchó y sus ojos se movían de un lado a otro descontrolados, en blanco, una lucha salvaje contra su propio cuerpo, sufrimiento extremo.

martes, 30 de noviembre de 2010

aprendiz de nada

Maestro de todo.

Es el signo de nuestra época.
El distintivo marca de la casa.
Un tipo se especializa en nanoneurobiología.
Descubre la neurona de la eternidad.
El elixir de la larga vida tan ansiado.
Y le dan el nobel.
Y se forma una "iglesia" que lo adora y lo encumbra.
Pero al tipo, siempre que lo intenta, se le pega el jodido arroz,
y cuando se ducha deja los calzoncillos tirados por el cuarto de baño,
y no hay ropa interior limpia en los cajones de su mesita.
El tipo ha leído toda la bibliografía relacionada con su campo de investigación.
Conoce todas y cada una de las jodidas neuronas de nuestra cabezota
pero cuando se dirige a una chica, no encuentra las palabras.
descubrió una ínfima neurona en el entramado del cerebro humano
que lo convierte a éste en un ser nuevo y renovado, supremo, inmortal,
cuando se le aplica una pequeña descarga eléctrica,
y desde que se popularizó su descubrimiento no ha muerto nadie.
Bueno nadie que se haya sometido al tratamiento.
Gran parte del mundo sigue muriendo de hambre.
El tipo dice que no es problema,
que sabe de otra neurona que quita las ganas de comer cuando se le enchufa a la corriente,
pero que aun no sabe si engorda.
Lo cierto es que el colega ha cogido unos quilos desde que descubrió lo que descubrió
porque se estaba dejando la piel en aquel estudio.
Pero está de buen año,
hasta que un día al cruzar la calle,
un autobus se lo llevó por delante.
Ahora un montón de imbéciles le reclaman a la farmaceútica
el importe del tratamiento,
que consistía en aplicar en la coronilla del sujeto
un setazo con el mecanismo de un mechero
de esos de chispa,
y la broma costaba 800.ooo pavos.

A esto hemos llegado.

lunes, 29 de noviembre de 2010

(Cualquier cafetería de España, con cualquier amigo, en cualquier tiempo)



-Toni Tower Baobab- (anticipo para un posible regreso)

-Mil veces lo intenté, y mil veces fracasé.

-Entonces, ¿por qué sigues intentándolo?

-Porque una vez, creo que la que hacía el intento número 510 estuve a punto de conseguirlo. Y eso me dió la certeza de que algún día lo conseguiré.

-Pero, ¿y si jamás llegas a conseguirlo? Y si tu vida a partir de ahora sólo se convierte en una serie de intentos infructuosos. Una frustración continua.

-No, seguro que la mil y una veces es la buena. Estoy convencido.

-Lo dudo, un intento tras otro te alejas más del objetivo, porque pierdes facultades, porque estás más cansado, porque eres más viejo...

-¿Sabes qué? Eso mismo me dijiste cuando llevaba 509 intentos. Yo soy el Peña, y cuando vacío los cargadores tiro piedras.

viernes, 26 de noviembre de 2010

BREAKFAST


(Fragmento inédito del ficticio libro "USA bocaabajo" pendiente
de elaboración.)

-Africano-

Son las 9:35 de la mañana. Estamos en Granada. Clara, el gato y yo. Anoche, antes de acostarnos, me comentó que, por ser su cumpleaños, podríamos hacer un buen desayuno americano al uso que, según nuestras referencias cinematográficas, se debía componer de: Bacon, huevos, café recién hecho, zumo de naranja y tostadas con mantequilla y mermelada.

Me enfundo unos “jeans” y una camiseta arrugada que descansa solitaria sobre el respaldo del sillón. Debía de llevar ahí tres días lo menos. Impresa en ella, Jimi Hendrix exhala el humo lila de un “cigarro” sobre un fondo negro. Como era de esperar, y tras hacer inventario en la nevera, no hay más remedio que bajar al super a por bacon y naranjas. Enciendo el primer pitillo de la mañana que extraigo de un manido paquete de Lucky que se ahoga entre ceniceros atascados y botellas vacías. Expulso el humo y contemplo el día. Pienso que así debe comenzar el típico en la vida del común americano, en paro, con su tipa de resaca y la casa hecha un desastre. Pero esto es España. Allí, al menos, fuman su propio tabaco. Ya en la calle, un Sol de justicia luce sobre aquel cielo que Hemingway llamara “el alto cielo de España”. Personalmente, no encuentro ninguna particularidad en relación al resto de cielos del mundo, si bien no he visto más que el de Italia, primo hermano del nuestro. 2 kilos de naranjas y un paquete de bacon al vacío. Debía ser allá por el siglo XVII cuando Pascal descubrió la relación existente entre la presión atmosférica y la altura sobre el nivel del mar, constatando así la existencia del vacío y gracias a ello, la posterior invasión de la comida envasada en los supermercados de todo el mundo. Al mirar los filetes de bacon perfectamente amontonados unos encima de otros y comprimidos dentro de su asfixiante receptáculo, soy consciente de que el desayuno americano que tenía proyectado está lejos de alcanzar la autenticidad esperada. Aún así, ya tengo lo necesario para volver a casa y empezar a trabajar. Al abrir la cartera para pagar, me encuentro con dos míseros céntimos en el fondo del mismo calentándose alrededor de una fogata. Sin otra opción más factible, tiro de un instrumento que en raras ocasiones utilizo en mi vida cotidiana, la tarjeta de crédito. Debió ser, este invento, creado en un principio como sustitutivo del dinero en metálico, para facilitar la compra-venta y evitar los problemas subyacentes a estos materiales tales como robos, falta de efectivo, control de la falsificación, etc. Si bien, al menos en el nivel de vida en el que me muevo, la utilización de estas se ciñen exclusivamente al pago de electrodomésticos, de una habitación de hotel, de un billete de avión, de una cena o, en definitiva, lo que podríamos llamar “cosas de peso”. Llevar el poder en un bolsillo es algo demasiado goloso para el consumidor medio, como una varita mágica con la que conseguir, mediante el pago a plazos, productos de segunda y tercera necesidad. Mi necesidad, en este momento, es el cero rotundo que llenan mis bolsillos y sin más opciones, como buen americano, invito a la cajera a que lo cargue en mi cuenta. Ya en casa, la cosa resulta fácil, no hay secreto en esto de la cocina americana; unos huevos revueltos, unas buenas lonchas grasientas de buen bacon, una jarra bien llena de zumo de hermosas naranjas y el café, solo, a poder ser, o tímidamente manchado. Mientras se hace, el café, no puedo menos que imaginar una linda camarera americana, mascando chicle, con una jarra de cristal sujetada por su asa en la mano y recitando las palabras más bellas que se pueden escuchar parando a la derecha en la primera cafetería de la ya desaparecida Ruta del 66: “¿Más café?”. “Si, por favor y un trozo de tarta de arándanos”. A esto, la cafetera empieza a chillar como un reo en el corredor de la muerte y a vomitar oro negro de sus entrañas. No es lo mismo, pienso. Y no es por el lugar. Recuerdo a mi gran amigo Greg Little, compañero de piso en mi primer año de carrera. Recuerdo aquel día que recibió una enorme caja de su madre desde Springfield, Illinois, con todo tipo de productos desconocidos para mí, excepto, claro está, un extraño bote de color amarillento que según pude saber luego era la tan conocida y jamás saboreada por mí crema de cacahuete. También, una caja que contenía enormes galletas con pepitas de chocolate (similares a las comerciales chip´s ahoy) que daban ganas de guardar dentro del bolsillo de la chaqueta para una emergencia. Del resto de productos, poco puedo decir, por mi desconocimiento de los usos culinarios anglosajónes, pero si puedo hablar de algo curioso, al menos para mí, referente al desproporcionado tamaño que tenían aquellos alimentos y de las cajas y envases que los contenían. Más que para ser engullidos por un hombre parecían fabricados para estómagos superdotados o para sobrevivir a una guerra. Me atrevería a decir, incluso, que la superioridad militar de estos en sus habituales conflictos bélicos se debe, más que a su superioridad tecnológica, a la abundancia de alimentos y recursos energéticos de los que disponen.

La mesa está preparada y yo, deseando hincarle el diente a tan bello espectáculo, espero. Y al aparecer en mi mente, esta, la palabra espectáculo, me golpeo la cabeza y mascullo un sonoro “caspita” por ser tan necio al no recordar que lo crucial de un desayuno (americano) y el factor más importante a parte de los productos necesarios, su envase al vacío, la forma de pago, la elaboración, el café, su tamaño o el lugar exacto donde tomarlo, es su presentación. Me hago con una bandeja y coloco verticalmente una longeva margarita en una de las esquinas. Entro en la habitación, corro las cortinas y un refulgente sol de media mañana estalla sobre las sábanas. Allí deben ser alrededor de las 5:00 a.m. Hora de despertar.

- ¡Cariño! ¡Vamos pequeña! El desayuno…

Y te puedo asegurar que nunca falla.

martes, 23 de noviembre de 2010

Viejos sistemas en nuevos tiempos.


La protección de la Propiedad Intelectual comenzó allá por el año 1710, con el Estatuto de la Reina Ana. Hasta entonces los autores no tenían derechos exclusivos reconocidos. Este estatuto intentaba incentivarlos para fomentar en la sociedad los valores culturales y de creación. Casi tres siglos más tarde, en el año 2004, la Universidad de Málaga se vio obligada a retirar la paloma blanca de su escudo por no pagar los derechos de autor pertenecientes a los herederos del pintor Pablo Picasso. Si la propiedad intelectual no nació con la finalidad de la explotación económica, si no que más bien era esta un medio para alcanzar su verdadero fin social, ¿qué ha cambiado en este tiempo para llegar a esta nueva situación de conflicto?

Las últimas décadas de desarrollo del derecho de autor, al menos en países industrializados, han estado marcadas por una tendencia hacia el fortalecimiento del monopolio del derecho de autor mediante los sistemas de gestión, sin poner determinada atención al interés del público en el acceso a las obras protegidas. Sin embargo, la cultura se define como los conocimientos que permiten a una persona desarrollar su juicio crítico. Así pues, ¿cómo armonizar el derecho al acceso a la cultura con el derecho de autor y las leyes de mercado? Para esto, los países industrializados firmaron un acuerdo sobre los Aspectos de Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio, también conocido como ADPIC. En este acuerdo, se dejaba un cierto margen de maniobrabilidad a los estados miembros para armonizar los derechos de autor y derechos afines en esta sociedad de la información. Tal era el margen de maniobrabilidad que, mientras en Canadá nacía el concepto de "uso leal" como derecho del usuario, en España se imponía el canon por copia privada y en Estados Unidos se prohibía cantar, sin el pago de los correspondientes derechos, a las girls scouts en sus campamentos por considerarlo concierto en miniatura.

En cuanto a esto, y refiriéndonos al caso estatal, afirmar que nuestro margen de maniobrabilidad como usuarios de la cultura es un tanto estrecho, para lo que podríamos preguntarnos: ¿es en provecho de la creación cultural? No. Es en provecho de la industria cultural, del mercado y de unos pocos artistas privilegiados. En España, como en otros muchos países, la gestión de determinados derechos es obligatoriamente colectiva. Esto quiere decir que si somos autores no podremos ejercer ciertos derechos a menos que nos asociemos a una sociedad de gestión colectiva abonando los respectivos costes.

En nuestro país existen ocho, sin embargo, cada una se dedica a un campo diferente y de esta forma goza de la no competitividad. Por otro lado, para los autores y artistas, esto se traduce en la no elección de la sociedad a la que pertenecer. Si nos centramos en la que más socios y dinero recauda, Sociedad General de Autores y Editores, podremos ver con mas exhaustividad la situación de la que estas gestoras gozan, no solo en nuestro país, si no en gran parte del mundo. Conviene decir que aunque las cifras no están nada claras, según estas recaudarían entre 300.000 y 350.000 euros anuales, de los cuales la principal fuente es el derecho por comunicación pública con un 62% del total recaudado.

En principio, como artista tienes que asociarte si quieres ejercer tus derechos de remuneración. Al asociarte, tienes que pagar los costes de gestión, alrededor de un 20%. Si no te asocias, ella puede ejercerlos por ti. Tu dinero se irá a parar a la caja de actividades asistenciales, promocionales y de formación que curiosamente es, como concepto, obligatorio para las gestoras pero sin cantidad ni destino marcado por ley, lo que suele traducirse en un 2-3 % del total y destinos inciertos. En cambio, si te asocias pero no alcanzas el nivel de ingresos necesario para ejercer tu voto censitario, no podrás hacerlo, porque existe una inmensa mayoría que no vota, aproximadamente el 90%, que no cobra, alrededor del 70% y, en caso de sacar un nuevo CD, antes pagarás tu permiso de reproducción mecánica, sin el cual no podrás publicar nada, seas o no socio de SGAE. En estos últimos años las actuaciones en directo han aumentado más del doble, puede que estas cifras, en colaboración con la difusión de las nuevas tecnologías, sean parte de la causa del aumento.

Ya que la mayoría de su recaudación procede de la comunicación pública, nos centraremos ahora en el usuario que utiliza el repertorio de SGAE con fines económicos. Si tienes televisión en tu bar, pagarás aún cuando no enciendas los canales musicales. De la música que pinche tu Dj., no existirá duda alguna que pertenece a SGAE, ya que es la única gestora de obras musicales, incluidas las obras extranjeras, por lo cual no puedes decir que no es suya. Todo es suyo, porque no existe otra. Si no has pagado, ella estimará el número de obras y de veces que lo has usado, y reclamará su pago. Incluso un detective privado podría constatar lo ya dicho y posteriormente un juez que, podría haber sido alumno de uno de sus cursos asistenciales sobre protección de propiedad intelectual, te juzgaría por tu infracción.

Uno de los aspectos más interesantes de esta asociación sin ánimo de lucro es que sus órganos de gobierno no gozan de ninguna retribución ni salario establecido. Aún así, se asignan dietas por valor de 340.000 euros, que es más de lo que en sus informes de auditoría dicen recaudar. Para solventar estas contradicciones, el Ministerio de Cultura, en particular la Subdirección General de la Propiedad Intelectual y la Comisión Mediadora y Arbitral encargada de la misma, hacen un análisis de la actuación de estas entidades de gestión. El último realizado en 2008 finalizaba con la conclusión de que podría ser conveniente profundizar en aspectos tan diversos como los procedimientos de recaudación, la naturaleza de los gastos asistenciales, los criterios de asignación y reparto, la utilización de los fondos antipiratería y los posibles efectos no deseados de la legislación en el sistema de gestión. Como vemos, los órganos administrativos encargados de la vigilancia de las sociedades de gestión corroboran la situación que aquí exponemos, aunque tengamos que esperar a una profundización futura.

Volviendo al concepto inicial de 1710, por el cual el beneficio a la sociedad era uno de los fines de la protección de la propiedad intelectual, veamos como un ciudadano común puede acceder al conocimiento que le hará tener una crítica más plena.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, una mujer joven de menos de 20 años, con un salario medio anual de alrededor de 8000 euros, gasta 46 euros y 7 céntimos mensuales en ocio, espectáculo y cultura. Con este presupuesto, podría ir siete veces al cine o comprar dos compact disc. Si, en un arrebato por acceder al conocimiento fotocopiase una página de un libro protegido, su delito estaría más penado que dar un puñetazo a su jefe, por ejemplo, o, si fuera el caso, que su jefe le acosara sexualmente.

Desde otro punto de vista, los presupuestos consolidados de gasto en 2010 para el Ministerio de Cultura se fijaron en 1200 millones de euros, algunos de los cuales sirvieron para apoyar, amparar y promocionar la Fundación Antipiratería, entidad sin ánimo de lucro, formada por productoras archiconocidas como Buena Vista Home Entertainment, Paramount Home, Columbia, Universal... La última campaña publicitaria realizada por esta fundación, "Ahora la ley actúa", le costó al Ministerio más de dos millones de euros.

Frente a todo esto, existen comentarios por parte de integrantes de estas sociedades de gestión que señalan que el problema es la pérdida de los valores morales por parte de la sociedad. Sin embargo, la perspectiva económica es, posiblemente, la más influyente de la época actual, y a parte de esta, existen varias consideraciones demasiado importantes relativas al derecho de autor que parecen olvidadas, tales como la libertad de expresión, el derecho a la cultura y el acceso a la información y al conocimiento. ¿Cómo ejercerá el ciudadano estos derechos sin el acceso a la información, al conocimiento y a la cultura en su más extensa concepción? Si las leyes del mercado marcan los límites de acceso al desarrollo crítico, tendremos una sociedad menos crítica y una democracia menos participativa. Los órganos políticos y administrativos deberían ejercer mayor presión para que todos disfrutáramos del placer de crecer como persona y, por supuesto, como ciudadanos. Un mejor uso del margen de maniobrabilidad que anteriormente se había acordado y una mayor actuación de vigilancia por parte de las administraciones públicas.

Esto no significa que desaparezca el derecho de autor, si no una mejor gestión de los derechos a favor de los autores y de los usuarios, un balance justo en beneficio de la creación y el consumo cultural, ya que el actual sistema es obsoleto, opaco y enormemente lucrativo para la gestión colectiva en detrimento de la cultura y el desarrollo humano.

- por Inma Ruiz Ruiz -

sábado, 20 de noviembre de 2010

Grandes Biogracias: Felipe II


Felipe II era buen pive.
Era un tío majo. Pero tenía un defectillo, era una lima,
un grifo abierto, lo que se dice un manos rotas.
Era una persona muy materialista, era consumista empedernido,
pero no como esas amas de casa que compran quince productos de limpieza distintos para fregar el cuarto de baño, a saber: uno para el suelo, otro para las paredes, dos para el espejo (el del cristal y el del marco, que es de madera) para el lavabo dos (uno para el grifo), otros tantos para el inodoro,
y el videl (el videl¡¡ Díos mío alguien sabe cómo se escribe videl? es videl, bidel, vider tal vez? lo he buscado en el diccionario de la Real Academia y no aparece, claro¡¡ como son todos tíos, ninguno lo ha usado nunca.)
Felipe le cogió el gustillo a eso de reinar, y no podía ver que un estado no fuera suyo.
El tío veía un país y decía lo quiero para mí, y hasta que no se lo compraba no paraba.
Era una cosa que le venía de familia. Los Austrias eran así, eso es la casta.
Ya cuando era niño, su padre le llevaba de caza, y cuando Felipe le atinaba a un conejo, su padre le regalaba un estado. Un día que cazó tres piezas, su padre le concedió el ducado de Nápoles, el condado de Flandes y parte de Portugal. Luego lo casó con su prima que tenía la otra parte, y ya tenía Portugal entero.
El chaval creció en ese ambiente en que uno no se acuesta tranquilo si no ha conquistao un país nuevo, y al final, pues se había habituado y le costó la vida dejarlo.
Cuando ya no le quedaban países que conquistar en Europa, le dio por coleccionar curiosidades, relojes, palacios, los palacios le encantaban. Se gastó la mitad del oro que venía de América en hacerse uno. La otra mitad la gastó en estados. Y el doble de lo que se gastó dejó endeudado.
Ese tío era un puto crack gastando dinero. Era rápido y letal tirando de billetera.
En general fue un buen rey, salvo porque todo lo que había se lo gastó él. Así era Felipe. Qué se le iba a hacer.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Tren










El tren salió con puntualidad suiza. Esa estación maldita que recordaremos siempre, en la que Sabina se bajó. Las afueras de la gran ciudad son una galería decadente de grafos en puentes, naves y almacenes abandonados, mezclados con modernos centros comerciales, configurando el inevitable contraste de las grandes urbes. Pronto la nada, una gran extensión en la que no hay barreras al ojo humano, grandes atardeceres manchegos, en los que Quijote vagaba, aunque dos horas seguidas viendo una monótona llanura son suficientes para no mirar más por la ventanilla e intentar centrarse en el micromundo del vagón clase turista en la que estoy instalado. Tengo delante una chavala que constantemente habla por teléfono, busca arreglar una relación que parece muy desgastada, no es feliz, cada minuto es un reproche, ataca constantemente a su interlocutor, viaja al Sur para escapar. Justo al otro lado del pasillo un señor con portátil no deja de teclear, habla por el móvil para recordar a su hija que lo recoja, tiene prisa, una gestión rápida y vuelve a Madrid, algo de una escritura. Las más relajadas del vagón son dos señoras mayores que han ido varias veces al restaurante, al pasar hablan con todos, dicen que van a por café -con anís- se han jubilado, son hermanas y se retiran a una casita de Cazorla, escuchar la naturaleza y asar panceta en la lumbre serán su quehaceres.

El sonido del tren es duro y afilado al pasar por los acantilados y puentes de hierro en Despeñaperros, entramos en la vieja y estoica Andalucía, la que se ha jodido trabajando toda la vida. La Andalucía de Adriano, Séneca y Machado, la del mirador de San Nicolás, la amante de África, la de las playas de Cádiz, la hija bastarda de Europa.

Un tipo con camisa y corbata a juego, que no se había movido en todo el trayecto, comienza a silbar, parece que llegar al Sur lo ha hecho feliz. De repente un frenazo, no el típico bajón de velocidad, no, un frenazo, muchos metros después nos detenemos completamente. No hay estación, estamos en medio de la nada, algo ocurre. Las hermanas deciden pasar la incertidumbre en el vagón-bar. El tipo sigue silbando, la joven llama a su chico y discuten, esa pareja está herida de muerte. Entra el revisor, nos dice nos van a cambiar de tren, el asombro es mayúsculo. Con gesto serio, el tipo calvo y trajeado dice que un suicida se lanzó desde una roca a la vía, el tren no pudo frenar a tiempo, ahora estaban esperando al juez de guardia para levantar el cadáver. La tragedia también es Andalucía. De ser el maquinista también esperaría el relevo.

- F,J, Tejada -

Grandes Biogracías: Winona


No sé desde cuando me gusta Winona.
Supongo que desde que vi "Inocencia interrumpida".
Otros sólo recordarán esta peli por haber descubierto en ella a una tal Angelina.
Pero a mí no me gustaba Angelina. Estaba loca. Puede que aún lo esté.
A mi me gustaba Winona, que también estaba loca,
pero su locura era más parecida a la mía. Estaba loca de cuerda,
de cordura estaba loca, estaba cuerda o loca, loca y cuerda?
no estaba ni muy loca ni muy cuerda.
En fin, lo que pocos saben es que ese proyecto llevaba años cociéndose en la mente de Winona, desde que su padre le regalara el libro que lleva el mismo nombre,
cuando ella ingresó en una clínica porque el ajetreo hollywudiense empezaba a hacer mella en la "frágil" winona, después de rechazar por agotamiento aquel papel que luego interpretaría la hija de Copola en el Padrino III (si! la hija fea de Pacino, que al final moría si mal no recuerdo, o al menos eso quería yo, en realidad es Sofía, hija de Francis Ford, y a la que todos estamos muy agradecidos por haber hecho desfilar delante de la cámara en braguitas el culito de Escarlet Johanson por un pequeño apartamento de Japón).
Y escribía "frágil" entre comillas, porque winona parece frágil, pero en realidad es fuerte,
tan fuerte como para luchar contra la resurrección de Alien, fuerte como para producir sus peliculas, como para dejar su huella en el brazo de Johny Deep.
Puede que me enamorara de ella cuando fue pillada robando en las tiendas de Beverly Hill, por cleptómana, por llevar muchos medicamentos en el bolso, por empatía, porque todo el mundo la juzgó, incluida la justicia estadounidense, y la crítica, y yo sabía que era inocente.
En realidad creo que esta chica nos ha engañado a todos, y espero que lo siga haciendo.