Cacagénesis:


William Saroyan:
"Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo".







viernes, 24 de junio de 2011

Breves visitas a la Región del Hipocampo



-Rubén C.M-

II

Entré y el espectáculo con el que me topé, todo hay que decirlo, no tenía desperdicio. Parecía encontrarse aquello a ocho mil metros de altura, en algún lugar remoto, rozando la estratosfera. Si bien, por el contrario, la sensación era de absoluta ligereza. Los ojos dolían, tanta era la nitidez con la que captaban los objetos; el aire, lento y asonantado, traspasaba un cielo perpetuo de claridad y luminosidad. Me senté en una piedra no a mucha distancia de la puerta de salida, a fin de no alejarme demasiado por si tenía que salir de allí echando leches. Desde allí contemplé el espectáculo. Nada parecía cambiar en todo el paisaje, ni las hojas de la vegetación ni el polvo de la tierra parecía tener la menor apariencia de movimiento. Ni una nube, ni aquí ni a lo lejos, podía verse, todo permanecía en un puro estar estático. Después de largo rato acostumbrándome al nuevo ecosistema, pude ver lo que parecía una puerta incrustada en la roca que, aún siendo de madera, al golpearla, sonó metálica. Recibí contestación, pero no de dentro, sino tras de mí.
- No golpees la puerta. ¿Es que no te has dado cuenta que aquí no existe el sonido? De todas formas, no te va a contestar nadie.
- Ahh sí, y ¿qué ha sido eso que se ha escuchado?
- Ha sido el sonido de tu muerte. Si golpeases así dos veces más, te aseguro que jamás volverás al lugar de donde viniste.
- ¿Y por qué podemos hablar?
- Hablar se puede, no cuenta. Solo pensar es perjudicial. Si piensas mucho, petas. Te quedas pajarito, para que nos entendamos.
- ¿Quién eres tú? ¿Eres el del portero automático?
- No. Soy la roca sobre la que te has sentado.
- Claro. ¿Entonces es ahí dentro donde vive?
- Tampoco. Ahí no se sabe que hay. A veces, por los flancos de la puerta, sale humo, huele a tabaco. Pero no se sabe mucho más.
- Leí que Zaratrusta hablaba con una serpiente y un águila. ¿Dónde están?
- Bueno, aquí cada loco con su tema. Zaratustra hablaba con una serpiente y un águila. Tú con una roca. En fin…
- ¿Me estás diciendo que todo esto me lo estoy imaginando?
- Mira chico, ese es tu problema. Yo soy yo. ¿Me estoy imaginando acaso que estoy hablando contigo? ¿Por qué has de pensar tú eso y no yo? Claro, piensas que soy una roca, y como soy una roca no puedo ser real, y como soy un trozo de materia inerte, no puedo imaginar. ¿Qué te hace pensar que estás soñando?
- Simple. Me acosté esta noche, me dormí y ahora estoy aquí.
- Craso error. Tú no sueñas. Tú eres el soñado. ¡Bonito, ehh! Aquí todo es potencia. Si eres dulce sueño, te derretirás en azúcar moreno. Si eres pesadilla, veras monstruos. Así de sencillo. Aquí ni nos va ni nos viene. Aquí siempre es igual. Llueva o escampe, aquí no se va a mover ni el pelo del culo de un grillo. Depende de ti el para qué. Si vienes a charlar, charlaremos. Si vienes a tumbarte al fresco, tú mismo. Aquí hace tiempo que mucho no importa nada. Aquí nunca pasa el tiempo, ni siquiera llega. Por lo que siempre nada importó poco. Aunque han sucedido cosas. Oh sí, ya lo creo. Grandes momentos. ¡La movida madrileña! ¡Já! ¡Una verbena de pueblo esa conga malformada!
- Entiendo. ¿Puedo volver a mi casa?
- Ahí tienes la puerta.
Esta fue la primera visita que hice a aquel misterioso lugar. Pero, para mi desgracia, poco duró tal sensación de inaudito. Las cosas allí son, como decirlo… tan normales que asustan.

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