DEPRESIÓN
Si
la felicidad es una zorra, la Depresión es la mayor hija de puta que
conozco. La felicidad se hace de rogar, te putea pero de vez en
cuando te hace pasar un buen rato. Pero la depresión no te da
tregua, no tiene piedad ni compasión y si la dejas acabará contigo
en cuanto tenga ocasión. Es un lobo con piel de cordero. Se presenta
un día en tu casa y entra por la puerta que tú mismo le has
abierto. Tiene una apariencia agradable y te preguntará que si
tienes un momento. Ella sabe dar pena de modo que te convence para
que la invites a pasar, te dice que no te molestará, que solo será
un rato. Después insinuará que tiene hambre para que le ofrezcas
tomar algo. Conoce tus puntos débiles; sabe bien que no serás tan
cruel como para negarle un trago y un bocado. Así que se queda a
comer ese día y después saca de la chistera esa película que tanto
te gusta y pasáis un buen rato revisionándola sentados en el sofá.
Eso le da pie para recordar historias pasadas, porque ella es la
maestra de la melancolía, recuerda anécdotas, situaciones, nombres
de personas que ya ni recuerdas, ciertos lugares, ciertos autores;
habláis de filosofía, y de música y de todo aquello que te gusta,
y así se va haciendo un hueco en tus tardes. Cuando cae la noche se
hace la víctima y menciona el frío de la calle y que no tiene a
donde ir ni tiene a nadie más que a ti. Te dice que a ella le basta
el sofá y que sólo serán unos días y te hace sentir culpable. Te
escucha discutir con tu pareja a propósito de su situación y le
encanta que salgas en su defensa y detesta a tu novia porque sabe que
a ella no le hace gracia su presencia. Pronto se interpondrá entre
vosotros pero antes tiene que ganarte del todo, quiere que estés a
gusto con ella, que te sientas cómodo. Utiliza todos tus deleites,
todos tus placeres, que conoce al milímetro, para pasar mucho tiempo
contigo, tiempo que le robas a tu trabajo, a tu pareja, a tí mismo y
te abandonas al hedonismo por completo mientras ella va llenando tu
cabeza de teorías absurdas, teorías que en sus labios suenan
convincentes. Te habla del sentido de la vida para convencerte de que
la vida no tiene sentido. Te alaga y te hace sentir que lo mucho que
vales para que te abandones y acabes convencido de que no vales un
duro. Te recuerda lo mal que lo pasaste en aquella situación y te
consuela y después te hace notar que nadie estuvo entonces a tu lado
y te lo crees y te ves solo, aunque no les necesitas – te dices –
porque tu vales más que eso. Porque los demás no saben nada, los
demás no han vivido lo que tú ni sufrido lo que tú ni pueden
entender lo que te pasa. Los demás no tienen una amiga tan
iluminada.
En
una temporada se ha convertido en tu única amiga. Ahora los demás
te parecen aburridos. Pasas de tu familia, te hacen sentir mal porque
desmontan sus teorías que has aceptado como propias. No puedes
convencer a tu madre de que nadie te quiere así que prefieres no
hablarle. Pasas de los amigos de siempre porque no la tragan, dicen
que desde que sales con ella estás muy diferente, pero tú piensas
que son ellos los que han cambiado, ya no te aportan nada ni te
resultan interesantes. Prefieres salir con la pandilla de tu nueva
amiga. Esos sí que saben de qué va el rollo, la movida, saben vivir
la vida. No tenéis discrepancias porque todos creéis las mismas
teorías estúpidas a pies juntillas. Te sientes muy identificado con
ellos cuando habláis de política y culpáis al sistema de todas
vuestras miserias. A Dios sólo lo mencionáis cuando escupís alguna
blasfemia; de religión no habláis porque eso es una mierda. La
familia es un montón de cargas y culpas. La gente normal – toda
aquella que no comulga con vuestros dogmas – es prescindible,
triste, patética. Tan sólo os interesan los artistas transgresores,
subversivos que se atreven a romper con lo establecido. Y os drogáis
siempre que podéis sin importar la sustancia porque creéis en la
decadencia sobre todas las cosas y el desorden de los sentidos. Ya
estás en su tela de araña.
El
monstruo se dirige hacia a tí con las fauces abiertas, dispuesto a
devorarte, y tu desarmado y solo no sabes como defenderte. El lobo se
ha despojado de la piel de cordero y te ha mostrado sus afilados
dientes. Ahora recuerdas que hubo un tiempo en que creías que algo
debía de haber y tenías cierta ideología más o menos coherente.
Tenías una familia que no era ni mucho menos perfecta pero era
entrañable, tenías un puñado de amigos ciertamente inteligentes. Y
tenías una chica preciosa que a día de hoy probablemente ya duerma
caliente. Ahora no tienes a nadie y dudo que un terapeuta y unos
cuantos fármacos sean suficientes.